<<Descansas tras el aullido de las hojas y el trajinar de la oruga con la savia de menuda tierra y olor de la altitud en la laringe de las nubes.

Concebidas niñas de las tormentas que jamás rozarán el esqueleto de los árboles. Los protegidos de mis labios secos. Húmedos tilos te darán permiso para beber hebras de sol. Destilan su luz por las vías del desfiladero.

El desnudo abismo abrió sus ecos y su propia voz trastornada se defiende ante el fragor de la ventisca y el rugido del viento. A tientas me levanto mientras Vagadú hipnotizado no ve que en forma de serpiente enrosca los tubulares troncos. Asida a pequeños ramajes, con los brazos en alto, columpie las más extrañas hierbas desfigurando el rostro. Perdida en la maraña del postrimero oasis, logré zafarme por las negruras de mi propia sombra.

Alguien te sigue, el pedrusco más horrendo, la visión que extingue sus malos agüeros, pronta a elevar los tejidos de la lengua>>.

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                                   -Olga Rivero Jordán