top of page
Buscar

Los mundos feéricos de los sueños de dos autoras

  • Foto del escritor: Ada Miranda Cabrera Luis
    Ada Miranda Cabrera Luis
  • 17 may 2020
  • 5 Min. de lectura

Pavoroso sacón brillante


La tierra donde los gladiolos caminaban.

Y las frutillas tenían luz propia; aun en la mayor oscuridad, por todas partes, se veían hojas verdes. Y debajo, las bayas, lamparitas.

Había que remontar cometas durante toda la noche.

Las cometas tienen forma de mariposa, de pájaro o caballo.

Este es uno de los trabajos de las muchachas druidas.

El viento del sur nos apoyaba, pero si decaía, había que correr, tirar los hilos, no fuera a rasgarse la piel de gasa, a quebrarse el esqueleto de madera en esa noche.

Ahora, pienso cómo hicimos ese trabajo, durante tanto tiempo, con toda perfección.

¿Quién no oyó el perfume a muérdago?

¿Quién no vio

Caminar los lirios?

-Marosa di Giorgio


<<Un mundo feérico, telúrico, fantástico, MARAVILLOSO, acompasado de una prosa muy cuidada y un verso finamente engarzado>>.


Según Gerardo Ruiz Barreiro, la poesía de Marosa sólo se podría comparar con las pinturas del Bosco. Un mundo onírico que ebulle de forma fantástica, representado como hechos cotidianos. Con la pintura flamenca del Siglo XVI. El Bosco y Archimboldo. Recreando e imitando a lo onírico, pero lo suyo propio, con resquicios del pop de Andy Warhol, pero de un modo más creativo.


Ángel Rama afirmaba, de forma certera, que el Universo de Marosa di Giorgio se autogestionaba. Otros explican que, aunque en algunos autores cuando el personaje desaparece pueden perder calidad, pero en su caso, los textos formaron un universo que existe separadamente de la autora real. Un mundo feérico, telúrico, fantástico. MARAVILLOSO, acompasado, de cuando en cuando, de una prosa muy cuidada, y, cuando era en verso, finamente engarzado, como si de la tarea de un orfebre se tratara.

Artistas plásticos lo explican como un mural, un collage kilométrico, por el cual el lector camina y observa, fascinado con sus acertadas metáforas, su imaginación, la gran creatividad… Su mundo estaba poblado de piedras, rubíes como tomates, acelgas azules como lapislázuli, etc.


Todos elementos sinestésicos se encuentra en la poesía de Olga Rivero. La vida de las muchachas en un entorno campesino, lleno de luz, de ingenuidad y de pasión por los colores, las sensaciones y las formas, el empleo de una adjetivación inesperada, y un lenguaje inextricable, conscientemente desarrollado y lejos de una banal asimilación, así como la temática telúrica, alquímica, bullente y desesperada, que se refracta en los mundos de los espejos.



Lívida


Has vivido del chorro de perfume que atraviesa

el semblante de lo sublime.

La lívida montaña arqueando nuestros rostros.

El ir y venir de una nube al esperar su sangre

que vadea de un valle a otro.

Deslindar y nutrir una mano tibia que se aleja

profundizar dentro de los colores

todos los reflejos

de imágenes

La sobria hilaridad del bosque con su atuendo eterno

te prohibo que hables de él

sólo al encender el fuego que espabila

-Olga Rivero Jordán



La tarde está sombría


La tarde está sombría, los espejos narran historias de doncellas disconformes bañadas con polvos de arroz. De vez en cuando pasa un gris transeúnte con la capa calada y un sombrero como un eclipse de luna. La majestad de la calle callada, solemne nos dice que no todos duermen; algunos se volatilizan calle abajo en algún barril escurridizo, único albergue donde habitan; los demás acechan a alguna dama pardusca.

La miel se dora en los bucles de la libertad rodeada de un montón de pensamientos resbaladizos y elucubra sensaciones a lo largo del aura. Su resplandor tras el mar que tanto has ansiado te hace feliz entre ahogaduras y desconciertos. Acaso el océano te devuelva a la caprichosa isla donde nace un oleaje. Encima de una ola abandonas todo mestizaje. Sabes de tu silencio, oigo tu voz por penúltima vez; coraje acorralado de aspirantes. No recibas limosnas ahora. Tu rendición no la quiero ni halagos tampoco. Tu obra salva los obstáculos de lenguas de serpiente. El mono sapiens sació tu condena, las oscilaciones te conocen por azar. Fue un amigo y yo quienes sentados en un bar sentimos como nos rozaba una música mansa mientras unos ojos perturbadores dejaban el salón oscuro.

Apenada quise atrapar la vida para sosegar el alma, el humo se esparcía por los rincones mientras las botellas nos miraban abstraídas para aventar toda la furia de ruidos que hacían los carruajes en mitad de la avenida cuando no cabía más desasosiego.


Hombre translúcido


Un árbol dentro del hombre sin cara vegeta en medio de la media luna con parpados de agua flotando por el girasol perdido en la distancia. El reptil aguarda la salida de la falúa en el vientre de la montaña.

Entre las faldas de los labios danzan. Caprichosos abren la sed del hombre oculto bajo el azabache de la noche. La orilla canta y una pierna dorada ofrece la mano.

El turbante y la bola de la pitonisa predicen el rubor de los silenciosos náufragos. Balbucean rezos antes de volcarse en viejas voces de ceniza y sueños de cabeza rapada. Murmullos que se esfuman por la verde pierna del hombre translucido, sortean el equilibrio del pendiente ojo, delfín que escapa del unicornio.

Dos cipreses se besan en la entrada de la gruta. Sostenido por el vapor de las voces del agua, un enorme cráneo ladea su oreja por el carbón de su estómago. Antes de pudrir su garganta eleva sus trinos con ecos que retumban en su posada. Su fuerza se aferra a una submarina riada de peces que emergen de los metálicos márgenes del sonido con acrobáticos saltos.

Estas ahí como el humo transitorio por el constante gemir de la flauta. Su esplendor amarillo perdura en la pendiente ondulada de música, trigal de cosquilleos al borde de los cristales verdes, que sumisos se enlazan a la pradera.


-Textos de Hiladora de Luz (2006). Olga R. Jordán.


Para Antonio Arroyo Silva, uno de sus más importantes valedores, en su análisis de la obra La Ciudad Soñada dice: Olga Rivero Jordán nunca se sentó a la orilla de las cosas. Siempre consciente de su estirpe sembradora, cavó la tumba del lenguaje al uso sin oír las voces susurrantes de los inquisidores ni los timbres del crepúsculo que clavaban puñaladas a su palabra lúcida… Y le vino otro lenguaje de otra lluvia. La lluvia de vivir su desarraigo, su no resignación, cayó copiosa sobre su poesía. Devino voz suya sin límites, sin hilo que conduce al cordero a la sacra libación del inquisidor.


Olga tiene esa mano trémula que agita enredaderas. Son raíces que trepan desde su vida a las líneas del poema como una catarsis que desborda la transmutación: no hay páginas suficientes para imprimir su estallido vital. No hay hálito ni atmósfera en la respiración de la realidad pensada suficientes para llenar el aire que respira su palabra poética.

<<El hambre succiona con lengua lepidóptera y cae en la elipse de su lluvia de niños. ¿Dónde escondiste tus calcetines, árbol en medio de la nada? Llévame a enrollar el felpudo de la sombra y a extenderla en la noche llena de retales donde habita una mujer que se desliza de la mudez. Silencio de mujer, silencio impuesto por los dogmas: callar o asentir, sentir o presentir pero callar. No mires los lugares tabú. Ponte un velo, no sobre tu cabeza, sino sobre tu mente>>.



Comments


© 2020 Ada Miranda Cabrera Luis.

bottom of page