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La Ciudad Soñada desde La Torre de Timón

  • Foto del escritor: Ada Miranda Cabrera Luis
    Ada Miranda Cabrera Luis
  • 14 may 2020
  • 13 Min. de lectura

Actualizado: 17 may 2020

 



      Este breve estudio tiene como objetivo una aproximación que no solo concierne a la escritura en prosa, sino a muchos aspectos de la significación y el sentido de la escritura (así como las circunstancias) de José Antonio Ramos Sucre y Olga Rivero Jordán, que no en vano fueron escritores admirados por las nuevas generaciones de jóvenes que les precedieron en sus respectivos entornos; Ramos Sucre, entre los poetas de la generación del 58 en Venezuela, y Olga Rivero entre los poetas insulares de los años 80. A esto se añade que el escritor venezolano ya ha sido considerado uno de los más grandes artífices de la modernidad literaria de su país, y que últimamente, salvando las distancias, Olga R. Jordán haya obtenido recientes y reiterados reconocimientos, tales como su inclusión en el volumen 20 escritoras canarias del Siglo XX, su publicación en sellos consolidados en el ámbito hispánico, Solar de manuscritos, editorial Torremozas, así como la obtención del Primer Premio Victorina Bridoux de las Letras.


     No solo vamos a profundizar en concomitancias estilísticas de estos dos autores tardíamente <<valorados>>, sino también en otros puntos de convergencia en sus trayectorias vitales (rasgos psicológicos, emocionales, anímicos, fuentes, recursos…). Emplearemos para ello el comparativismo; un método de estudio que se centrándose en diferentes fenómenos, pueden arrojar luz sobre los elementos comunes en ambos. Tratando de dibujar en el tiempo y espacio de cada escritor, semejanzas y elementos invariables presentes en ambos, que soslayen la importancia de la producción individual de cada uno, así como la generalidad de la creación poética de ambas orillas.

      A este respecto podemos significar que, debido a ciertas voces de la crítica venezolana, José Antonio Ramos Sucre fue víctima de un intento de exilio del mundo poético al no escribir en verso. Tampoco un cierto reconocimiento le llegaría a Rivero Jordán, ya sea por su perificidad, su ausencia de las antologías de la generación que por edad le correspondiera. Fue el conocido poeta canario/venezolano Reynaldo Pérez Só, durante una larga estancia en las islas en los años 90, el primero que percibió la existencia de una relación estética entre la obra de Olga Rivero Jordán y la de José Antonio Ramos Sucre. Un punto de vista corroborado por el también poeta y ensayista venezolano Freddy Crescente, a la sazón profesor becario del Dpto. de Literatura de la Universidad de La Laguna y uno de los más certeros críticos de la obra de Olga Rivero Jordán, en el prólogo a su obra La Ciudad Soñada.


      Como cita Salvador Garmendia <<la prosa existe como tal en el montaje gráfico, ya que su contenido poético reposa en la esencialidad del lenguaje>>. Sin embargo, a Ramos Sucre, en su momento, muchos continuaron llamándolo <<prosista>>, dando a entender que no fue en verdad poeta, al no escribir en verso. Caso opuesto al de Olga Rivero, para la que habiendo producido la mayor parte de su obra en verso, en sus últimos años creativos utilizó la prosa en sus producciones editadas básicamente por la editorial Benchomo y que en palabras de uno de sus asesores más destacados, el también escritor y profesor de Literatura de la ULL, Pablo Quintana, <<lo de Olga es una auténtica revolución en el idioma>>. Como sabemos el género de la prosa hasta la corte de Alfonso X no se cultiva, siendo más erudita en un principio e inspirada en las sabias literaturas latina, árabe y hebrea. El autor de la Celestina escogió la prosa como técnica literaria donde abunda el influjo de Boccaccio, de mucho exotismo. El modernismo también lo cultivó con acierto en sus voces. Podemos traer a colación los antecedentes de la prosa poética de Olga Rivero, que es una plaga vegetal que nadie sabe, es casi una hiedra que acabará ocultando por completo la crudeza y los contornos alambicados de unas décadas que aún no le han devuelto el primitivo hogar de sueños, aquel que robaron a todos los proscritos y que quedó tan imaginistamente plasmado por López Torres en su poema <<las moscas>>.


     Todos sabemos que la mayor parte de los creadores canarios de los 50 han sido ya catalogados por la crítica, psicoanalizados en una carrera hacia una filosofía de la literatura, hacia una indagación en el yo de cada uno de los antecesores que conforman la tradición literaria insular. De esta suerte interpretativa hemos extraído valiosas deducciones, pero asimismo valores de universal trascendencia. El enigma del invitado de Gutiérrez Albelo es un caso muy significativo entre otros. Es la pubertad de Olga Rivero y su generación donde hay una actitud retrógrada que entre otras consideraciones reduce el cuerpo sexual a los genitales, la sexualidad es exclusiva de los varones, sólo se ejercerá en el matrimonio y tiene un único carácter heterosexual. Pero por esas mismas razones, la prosa embiste contra lo superficial y marcadamente virtual de quienes han cambiado de actitud sólo por dejar de hacer el ridículo. Y lo cultiva rebelándose contra lo secretamente impuesto.



Biografía, tradición y modernidad

<<(...) la obra de Rivero Jordán se acerca más a una tradición hispanoamericana que a la propia expresión literaria peninsular>>

     Adentrándonos en aspectos biográficos, José Antonio Ramos Sucre nació en Cumaná, Venezuela, en 1890 y murió en 1930. Mientras que Olga Rivero Jordán nació en La Laguna en 1928, dos años antes de la muerte del vate latinoamericano.

      La vida del poeta no tiene por qué estar necesariamente incrustada en su obra, aún así, son temas que nos podrían ayudar a comprender mejor algunos aspectos de esta. Recordemos, pues, los años de encierro que pasó con su tío José Antonio Ramos Sucre, así como la noticia de la muerte de su padre biológico. Estos sucesos trágicos podrían ponerse en común con la vida de Olga, cuyo padre fue enviado como esclavo a Fyffes cuando ella era joven. Obviamente esto produjo consecuencias en su trayectoria vital y su psicología, que se reflejaron en los trazos de su literatura, inclinada hacia temas esencialmente oníricos, (como una abstracción de la realidad) así como oscuros y poco transparentes. Para matizar, quizá Olga se incline más hacia el surrealismo y la escritura automática, puede que influjo de las corrientes literarias insulares, mientras que Sucre consideraba la escritura como algo más serio, que no debía ser dejado únicamente a la imaginación. Tengamos en cuenta en este último punto el distanciamiento temporal entre ambos escritores y sus criterios estéticos, naturalmente influidos por su entorno.


      Es curioso que al rebasar los 90, Olga siga recordando del parnasiano Manuel Verdugo algunos versos, lo que indica a las claras que sus primeras lecturas tuvieron que aspirar los aires de la tradición, como los innovadores de la vanguardia. De ahí que se realce en las primeras biografías sobre ella, sus visitas de adolescente al Instituto de Canarias, institución de importancia excepcional en aquellos tiempos. Parece no ser casualidad que últimamente se haya comparado la obra de Olga Rivero Jordán no sólo con este autor americano, sino también con las poetas uruguayas Marosa di Giorgio, (asunto referido por el crítico Jorge Rodríguez Padrón), y Delmira Agustini, como cita el propio Freddy Crescente, lo que podría significar que la obra de Rivero Jordán se acerca más a una tradición hispanoamericana que a la propia expresión literaria peninsular. Esto no es una novedad en sí misma; la cercanía de Tomás Morales a Rubén Darío, el hecho de encontrarse la narrativa insular de Isaac de Vega según Agustín Díaz Pacheco (Congreso de Escritores Canarios en La Gomera, 1992, Fetasa y Pedro Páramo) en cierto paralelismo al universo mágico de Juan Rulfo y hallarse la expresión isleña dentro del imaginario mítico cubano como advierte Samuel Feijó, podrían certificarlo. Podemos añadir asimismo que en la tradición literaria insular se cultivó la prosa poética por parte de los escritores vanguardistas, y que se da una cierta conexión entre el surrealismo francés y la facción surrealista canaria, verdadera avanzadilla de esta generación precedente a Rivero Jordán como lo fuera Gaceta de Arte. En este mismo sentido Ramos Sucre como se advierte en el estudio Obra Completa de José Ramón Medina, Caracas 15 de marzo de 1980, sus lecturas de escritores franceses es abundante.


     Habría que, antes de sumergirse en más aspectos de su literatura, hacer una breve enumeración de los títulos publicados de cada uno, siendo la obra de Olga Rivero Jordán algo más extensa que la del escritor venezolano, quien tiene como títulos:

Trizas de papel (Caracas, Imprenta Bolívar 1921) La Torre de Timón (Caracas, Litografía y Tipografía Vargas, 1925) El Cielo de Esmalte (Caracas, Tipografía Americana, 1929) Las Formas del Fuego (Caracas, Tipografía Americana, 1929) Los Aires del Presagio (Caracas, Colección Rescate, 1960) Cartas (Caracas, Editorial Monte Ávila, 1976).

Olga Rivero Jordán, si bien empezó a escribir de forma más tardía, goza de abundantes títulos bajo su nombre:

Los zapatos del mundo (S/C. de Tenerife, Cuadernos de Arte y Cultura Popular, 1982) Girándula (La Laguna, Editorial Benchomo, 1993) Las llamas rápidas de la sangre (La Laguna, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1995) La imaginista de sueños (S/C. de Tenerife, Ediciones Idea, 2003) La ciudad soñada (La Laguna, Editorial Benchomo, 2003) Poesía inédita 1977/2004 incluye los poemarios: La piel del bosque, Solo de siluetas, Poemas a los cuadros de una exposición de Grecy Pérez Amores, Lenguas de lluvia y Esgrima de espejos (S/C. de Tenerife, Artemisa ediciones, 2004) El sentir de la hoguera (S/C de Tenerife, Editorial Benchomo, 2006) Hiladora de luz (S/C de Tenerife, Editorial Benchomo, 2006) Mares (S/C de Tenerife, Editorial Benchomo, 2006) Memoria azul (S/C. de Tenerife, El Vigía editora, 2009) Solar de manuscritos (Madrid, Ediciones Torremozas, 2019).


     Si Olga Rivero Jordán recuerda a Manuel Verdugo, aunque sea en Burbujas, y recita aún de carretilla aquellos versos que dicen: <<Bebe Carmelo, bebe, que la vida es corta, que mirada a través de una botella, aún por fortuna nos parece bella...>> y que su hermano Joaquín Rivero fuera premiado en 1946 por su trabajo sobre el Parnasianismo y el citado poeta, es porque hay algo, un vestigio modernista en su prosa poética junto al surrealismo vanguardista que vendría más tarde…


   La Ciudad Soñada es una ciudad onírica, aunque esos paisajes de la interioridad de la poeta, nos dejan entrever algún visaje de la suya propia, como refleja sin ir más lejos su poema Catedral de los loros. Ya en el Siglo XVIII La Laguna es centro intelectual del Archipiélago, a donde llegaría José de Viera y Clavijo, ya en su Tertulia de Nava, (cuya época de plenitud fue en 1765) y que muestra sus habilidades con poemas como Chulada Burlesca a la perdurable intemperie de la ciudad de La Laguna. Es esta una composición burlesca de estilo satírico y festivo que consta de unas veintitrés seguidillas y que, curiosamente, nos recuerda a la manera de caricaturizar a los habitantes de La Laguna, así como a la ciudad en sí, del citado parnasiano Manuel Verdugo Bartlett en su libro Burbujas.


     Aún dejando a un lado tales consideraciones, es fundamental coincidir en que el siglo XIX es sumamente importante para entender la literatura que se va a producir en el siguiente, y que nos ocupa; dado que se va a dar continuidad a los mitos y claves que se producen con anterioridad, tales como: el espíritu ilustrado, la importancia de América y ese espíritu nacionalista que en todas las geografías y artes se ha reseñado. Así que además del desarrollo de las burguesías locales y el interés por todo lo que ocurre en el mundo exterior, todo se complementa con el redescubrimiento de lo propio como motor del desarrollo creativo, el cual había sido quizá despertado de la mano de importantes geógrafos y naturalistas extranjeros como Humboldt, quien ya en los albores de 1800 había reseñado a las Islas Canarias en su célebre libro Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. De tal modo que a nivel estético el post y pre romanticismo, el costumbrismo y el post clasicismo amplían y rompen moldes hacia un nuevo horizonte literario, acompañando a una nueva perspectiva en lo cultural y económico. Era un movimiento que rozaba lo subversivo frente al absorbente poder del centralismo, pero no tenía la suficiente madurez histórica para que fuese acompasado por una rebeldía estética y formal. Tuvieron así que conformarse con el formalismo lírico que llegaba desde la metrópoli, juntando así una herencia de autores como Bécquer, Campoamor, Zorrilla, Núñez de Arce, y más tarde Rubén Darío o Amado Nervo desde América. Tal como decimos, este intento de Escuela Regional, concentrado en la Revista de Canarias, tiene un carácter universalista y expansivo, que como Pérez Minik llega a comentar, es un precedente de la vanguardista Gaceta de Arte. Estos acentos modernistas han sido reseñados por Crescente en su prólogo a La ciudad soñada, cuyo título resulta revelador: La odalisca atraviesa los espejos. <<De la literatura edificante a la voz diseminante de Olga Rivero Jordán. Allí encuentra una fluctuación entre ese lenguaje modernista: joyas, gemas, mármol, marfil, seda, oropeles, nenúfares, lotos, narcisos...(y el obligado color azul y el propio del surrealismo): la duplicidad,lo onírico, los espejos o el mismo sueño con el que la obra adjetiva a la ciudad>>. Es por ello que se concluye en que encontraremos en estas páginas tanto la tradición como la modernidad.



Crítica


    Continuemos estos esbozos críticos que acercan la obra de ambos autores. No se trata de buscar y rebuscar para que de todo ello surja una analogía. Diacrónica es imposible, dado que Olga Rivero Jordán nace dos años antes de la muerte del poeta Ramos Sucre. Aunque sí podemos detectar elementos sincrónicos que los unen haciendo valer que la entrega al arte de la poesía es una hazaña nada vulgar, sino meritorio esfuerzo por participar con sus voces a la aventura de la existencia humana. Y en busca de estos puntos convergentes entre ambos, se le hicieron unas breves preguntas a uno de los escritores interesados en la obra de Olga; Antonio Arroyo Silva:


  • ¿Hay alguna coincidencia entre la obra poética en prosa de Olga Rivero Jordán y José Antonio Ramos Sucre en cuanto a su pensamiento y su cosmovisión generacional?


        En principio en ambos casos no podemos hablar de planteamientos generacionales, sino, más bien de visiones del mundo individuales y fundadoras que hacen que el verso se desborde y entre en caminos que van más allá de verso clásico y verso libre. Quizás ambos están influidos por el simbolismo de Una temporada en el infierno e Iluminaciones, de Rimbaud o Los cantos de Maldoror, de Lautremont. En el caso de Ramos Sucre hubo una reivindicación de su poesía, sobre todo en el llamado grupo de Valencia, representado por el poeta Reynaldo Pérez Só.


      Respecto a Olga Rivero Jordán, durante los 80 algunos poetas de las nuevas generaciones fueron influidos por su poesía. Sin embargo, salvo excepciones, su poesía empieza a reivindicarse en la actualidad.



  • ¿Qué dirías que hay en cada uno respecto a algún aspecto vernacular o tradicional? ¿Consideras que hay arraigo a lo vernáculo?

       A parte de los ambientes que rodean a ambos poetas que caracterizan la cosmovisión individual, veo un enfoque hacia lo universal. Existe mucha memoria literaria en cada uno que, por supuesto nos hace pensar en poetas locales; pero también de otras culturas transoceánicas. La clave de todo esto está en el enfoque hacia la universalidad que los autores canarios de Gaceta de Arte hicieron durante los años 30, sobre todo Pedro García Cabrera en su artículo «El hombre en función del paisaje» que sin negar la realidad insular se aspira a una mirada universal a través de un diálogo constante.



  • ¿Es la universalidad una característica común en ambos?


        Aprovecho esta para matizar. Se cumple en Olga y en Ramos Sucre, sobre todo por su formación, sus lecturas comunes ya mencionadas que ambos enfocaron de una manera individual y creativa, más allá de los planteamientos y enfoques generacionales. Ambos poetas están fuera de cualquier canon que caracteriza una generación. De ahí que la crítica vigente, al no poder clasificarlos, los considere raros.



  • ¿Qué arrastra cada uno de su tradición romántica, modernista o surrealista?


      Según lo que decía anteriormente sobre el empeño de la crítica hispánica de clasificar en grupos, generaciones estilos, realmente no podemos clasificar a ninguno de los dos en ninguno de ellos. Dice el crítico Jorge Rodríguez Padrón en su obra La patria perdida (que realmente es un diálogo con Luis Cernuda) que el romanticismo no solo entró en España tarde, sino mal. La mayoría de los poetas españoles considerados románticos están demasiado impregnados del neoclasicismo del siglo XVIII. Es lógico, pues su formación fue neoclásica, no solo en cuanto a la expresión, sino en cuanto a ese empeño enciclopedista y de ordenamiento de la realidad unido, eso sí, a cierto sentimentalismo que se manifiesta en las postrimerías de neoclasicismo francés. El romanticismo que surge en países como Gran Bretaña o Alemania se basa en el sentimiento individualista; pero, sobre todo, en el compromiso de la palabra poética y la ruptura con una realidad desfigurada por una supuesta razón impuesta por el enciclopedismo que impedía ese pensamiento individual. En resumen, el verdadero romanticismo se da en España a partir de Bécquer y Rosalía de Castro; pero, sobre todo, a partir de la revolución modernista tanto francesa como hispánica, inaugurada por Darío. En este sentido, el surrealismo, según Cernuda y Jorge Rodríguez Padrón, constituyen una evolución de esto. Por tanto, hay que tener en cuenta estas matizaciones a la hora de hablar de la poesía de José Antonio Ramos Sucre y la de Olga Rivero Jordán.



  • ¿Qué une y separa la prosa poética de ambos: en los temas o el lenguaje, malditismo, trasgresión, lujuria, cinematografía, la noche?


         Primero, tengo que matizar que Benigno León Felipe considera la prosa poética como un estilo de expresión que consiste en trasladar el ritmo del verso a la prosa. Y no solo el ritmo, también las imágenes, las figuras literarias, etcétera. Por otra parte considera la poesía en prosa como un género que va más allá de la lírica, a veces se acerca a la narrativa, a veces al ensayo filosófico. Creo que en Ramos Sucre se da el malditismo, la transgresión y el tema de la noche y el ocultismo. El tema de la noche representa esa mirada interior que ya vemos en San Juan de la Cruz, por ejemplo. En Olga, aparte de esto, vemos un tratamiento muy sutil de la lujuria y de lo cinematográfico, lo irracional y el automatismo que le viene del surrealismo francés y de la facción surrealista de Tenerife, sobre todo de Emeterio Gutiérrez Albelo.



Bestiarios breves


<<(...)Todos ellos pudieran ser intérpretes, en cuanto a lo que señala Crescente por boca de Jorge Luis Borges en su Manual de Zoología Fantástica, de una carga simbólica que atañe al mundo inconsciente e instintivo de ambos autores>>

      Se podría elaborar un pequeño bestiario de ambos autores, cuya literatura está claramente teñida de matices surrealistas. En Ramos Sucre, por ejemplo, vemos a lo largo de todos sus textos (acompañados en numerosas ocasiones de adjetivos descriptivos que aluden a lo sensorial) Caballos alados, perros furiosos, un mastín negro, golondrinas, zorros azules, liebres sedosas, aves nocturnas, el macho cabrío, los buitres, perros supersticiosos, lobos aullantes, fieras, murciélagos, osos, caballos, perros esencialmente negros, corderos, leones, pájaros, (también duendes alados, criaturas recurrentes en la poética de Olga), cóndores, grillos, palomas y mariposas, entre muchos otros. El sátiro, si bien una criatura mitológica, se deja ver en ambos.


      Mientras que en Olga Rivero están presentes las cigarras, las ranas, los grillos, las palomas, murciélagos, garrapatas, perros, calamares y gatos: salvajes, transparentes, góticos o en celo. Todos ellos pudieran ser intérpretes, en cuanto a lo que señala Crescente por boca de Jorge Luis Borges en su Manual de Zoología Fantástica, <<de una carga simbólica que atañe al mundo inconsciente e instintivo de ambos autores>>.






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